La batalla final

 

LA BATALLA FINAL

Cansado y preocupado me había tirado en la cama para descansar, cuando al mirar hacia el techo vi caminando por el cielo raso una hormiga. Instintivamente me levanté para matarla, pero frené mi impulso homicida y decidí detenerla e incomunicarla, encerrándola en un frasquito. Hasta ahora había matado muchas hormigas, esta era la primera prisionera y quedaría en esa situación hasta que se aclarase la situación actual. Al acostarme, por mi mente desfilaron escenas de mi anterior lucha contra los formícidos, hasta llegar a esta alienante situación actual. Desde que vine a vivir a esta casa, había combatido intensamente las hormigas, les ponía venenos y por temporadas desaparecían, pero como había un extenso ligustro periódicamente volvían. Un día al bajar del auto, vi una fila de hormigas que bajaban del techo de tejas, giraban en ángulo recto y seguían por la pared a una altura de cinco centímetros del suelo hasta el ligustro. Me di cuenta de su proceder, anteriormente venían desde la casa vecina por la vereda, había rociado con hormiguicida y desaparecieron por un tiempo. Cuando volvieron cambiaron el recorrido, haciéndolo por el cordón hasta un punto en que salían en línea recta hacia el cerco. Posteriormente recurrí a un potente plaguicida órgano-clorado y lo desparramé generosamente por la vereda hasta el cordón, por eso después venían por la pared. Entonces empecé a matarlas con un taco de madera hasta que no quedara ninguna a la vista. Pensaba que si las mataba continuamente afectaría la estabilidad del hormiguero. Realmente cada vez que veía esas columnas negras en movimiento, no podía dejar de pensar que una fuerza superior las guiara. Comprendía por qué han constituido una fascinación para los hombres desde la antigüedad, casi de carácter misterioso, dando lugar a leyendas como la de los indios mayas, de la hormiga cosechadora que sembró la semilla que dio origen a la humanidad. Nunca me había interesado por las sociedades de las hormigas más allá del hecho de alabar su organización y cómo resolvían sus problemas de subsistencia, en forma más coherente que los humanos. Pero no me detenía a pensar cómo habían resuelto sus problemas sociales, suponía que por tener cien millones de años sobre la Tierra, habrían tenido más tiempo para lograrlo. Al contemplarlas sin embargo no podía dejar de encontrar similitudes entre sus sociedades y las humanas ya que ellas también tienen en sus colonias distintos tipos de obreras y de soldados que se distinguen por su tamaño y otras particularidades, pero también huéspedes, parásitos y hasta esclavas. Al observar sus enormes cabezas tomaba conciencia que estos insectos han logrado un gran desarrollo y evolución de su sistema nervioso. Por eso sentía cierta repugnancia al aplastarlos, pensando que estaba matando la inteligencia natural, pero los hombres estamos acostumbrados a matar la inteligencia. A veces venían exploradoras, éstas lo hacían por arriba del zócalo de lajas, es decir más alto que el itinerario anterior y también las mataba. Ya se había transformado en una obsesión a cada rato salía a la puerta o iba al jardín para ver si encontraba una hormiga. Cada día aparecían por un camino más alto y yo me las ingeniaba para matarlas. Posteriormente aparecieron algunas de mayor tamaño, probablemente expertas preocupadas por la situación planteada, que venían a averiguar cuál era el problema, a esas también las mataba, con la idea de que la información no llegara al hormiguero. Unos días después bajaban directamente del techo al ligustro, eran hormiguitas muy jóvenes que deberían estar cuidando de la prole o el jardín de hongos del hormiguero. El tener que emplear elementos bisoños confirmaba que estaba haciendo estragos en la colonia. Me encarnicé en matarlas y al mirar entre las hojitas del ligustre vi hormigas grandes, quietas, que juraría que estaban ahí para observarme. Así seguí un tiempo, era evidente que le había causado grandes bajas a la colonia, porque cada vez eran más jóvenes las hormigas que venían, aunque entreveradas con algunas más grandes que hacían de guía. Hasta que un día ya cansado de la lucha y como no quería recurrir otra vez a los plaguicidas, por el despertar en mi de una conciencia ecológica, me olvidé de ellas. Había aprendido mucho sobre sus costumbres y sacado conclusiones útiles de su proceder. Así cuando al caer la tarde las veía moverse con mayor rapidez que la habitual sabía que al día siguiente seguro llovía. O cuando gran número de individuos acarreaban hojitas durante días era que se avecinaba un invierno muy lluvioso. Me fascinaba la forma de llevar la comunicación de novedades y la labor de las ingenieras que trazaban nuevos recorridos, saliendo debajo de un zócalo o bajando desde una teja usando el mínimo trayecto hasta el ligustro.

Salí de la evocación de esos recuerdos y encendí la televisión para ver las últimas novedades sobre la situación planteada en el sur. Como pasa siempre con los periodistas locales que no toman en serio noticias importantes y con los gobernantes que no toman medidas adecuadas, rápidamente la situación en poco tiempo se había agravado.

Desde hacía unos días venía escuchando en los informativos, la situación producida en un pueblo del sur, cercano al mar, donde según los informes habían aparecido hormigas gigantes que causaban destrozos en la vegetación. En los días siguientes había aumentado la cantidad y se había intensificado su agresividad. Destrozando, jardines, campos sembrados, árboles y hasta grandes animales habían sido atacados. Las autoridades tardaron en reaccionar, un canal de televisión envió un equipo para filmar, pero no logró nada porque se limitaron a buscar de día las imágenes, sólo aportaron los comentarios de los habitantes. Pocos días después la escalada de la invasión se hizo violenta, salían de día y arremetían contra cualquier ser vivo que se cruzara en su camino. Según la descripción transmitida el tamaño de estos himenópteros, es de alrededor de cinco centímetros, parecen dos bolitas negras unidas por un conducto, con patas largas y poderosa mandíbula. En los últimos días había noticia de personas que habían sido sorprendidas en el campo y habían sido literalmente devoradas. Si bien este pueblo está a más de mil kilómetros la noticia era preocupante. Decíamos por suerte sólo ha aparecido en esa localidad. La gente del lugar se defendía atacándolas con armas químicas y físicas pero no podían contenerlas. En la Capital el hecho fue tomado como una curiosidad y no se valoró a tiempo lo que podía suceder.

El pueblo en cuestión se extendía paralelo a la playa, lo que incidió en los sucesos posteriores. Una noche las hormigas aparecieron en gran número, dirigiendo su ataque al pueblo. Parecía que estaban dirigidas por un estratega, dividieron el pueblo por la mitad, los habitantes lucharon con lo que tenían a mano pero después emprendieron la fuga. Los que estaban del lado del campo fueron más afortunados y lo pudieron hacer con sus vehículos, caballos o corriendo. Los que estaban del lado del mar en su repliegue se metieron en el agua para protegerse. Posteriormente fueron recogidos por lanchas que se acercaron cuando se enteraron de la situación. Las autoridades no tenían claro cómo resolver el problema, enviaron gendarmes dotados con lanzallamas para repeler la invasión. Ante el ataque las hormigas rápidamente desaparecieron. Observada la operación desde un helicóptero con un zoom, se constató que cavaban a gran velocidad agujeros en la tierra y desaparecían. Si bien quedaban muchas muertas la mayor parte se había puesto a salvo. Pasaba tres o cuatro días sin novedad y cuando aparecían lo hacían en otra zona, cuando los gendarmes se trasladaban a ese lugar se producía la misma situación, desaparecían bajo tierra, lo que resultaba desgastante. La interpretación del fenómeno era que las mismas hormigas no podían trasladarse tan rápido a lugares tan alejados unos de otro, deberían tener algún modo de comunicación para activar a grupos de otras zonas. Lo que preocupaba porque no se podía apreciar cuán grande podía ser la cantidad de individuos que disponían.

A alguien se le ocurrió denominar a estos formíceros, “hormigantes”, como contracción de hormiga gigante y la acepción rápidamente se popularizó.

Con la misma característica la lucha proseguía, si bien se realizaba a distancia, había una progresión constante hacia el norte. Varios pueblos fueron abandonados y los refugiados tenían que ser alojados en cuarteles y carpas. Los comentaristas pronosticaban que de extenderse la invasión por el país, afectaría gravemente la producción agrícola-ganadera.

El gobierno decidió prescindir momentáneamente de los lanzallamas, cuando aparecían les arrojaban desde un avión bombas Napalm, pero pasó lo mismo si bien había una gran matanza aparecían en otro lugar. Parecía que habían aprendido la lección y lo hacían en un frente muy amplio lo que disminuía el efecto de las bombas. Entonces se efectuaron bombardeos con bombas de gran tamaño, que abrían enormes pozos, los cráteres mostraron que la tierra parecía un queso gruyere. Entonces los hormigantes cambiaron la estrategia, desaparecieron por unos días y cuando volvieron lo hicieron simultáneamente cerca de varios pueblos, lo que impedía un bombardeo masivo. Era como si una gran inteligencia las condujera. En cada uno de esos lugares la gente había luchado denodadamente defendiendo su pueblo, antes de abandonarlo y salir huyendo hacia el norte. Para entender al enemigo y poder vencerlo, se hacía todo tipo de especulaciones. Circulaban las más diversas teorías sobre su aparición. Algunos afirmaban que era una mutación producida por los plaguicidas. Otros que habitaban en el interior de la Tierra y por una falla geológica habían accedido a la superficie. Otras opiniones era que se trataba del experimento de guerra biológica de alguna potencia. Había quien creía que las habían traído los extraterrestres con algún fin desconocido. Los más pesimistas decían que era una de las plagas del Apocalipsis.

La gente en su angustia ante un fenómeno inentendible, pasaba horas frente al televisor ávidos de noticias. Los distintos canales ofrecieron programas durante todo el día. Se mostraba un ejemplar capturado, se veía que se trataba de enormes hormigas, con grandes ojos, con potentes mandíbulas en hoz con extremidades puntiagudas, con las que perforaban los cráneos de las otras hormigas. También se ofrecían paneles de expertos en el tema, algunos de ellos discutían hablando de distintas clases de hormigas: ponerinas, atineas, mirmicinas, formicinas, legionarias, pero eso no contribuía a la solución del problema porque los invasores no respondían a ninguno de esos tipos. Uno de los panelistas arriesgaba la hipótesis que eran polyergus rufescens, otro panelista lo refutaba diciendo que no porque esas si bien son grandes, son rojas. Pero el panelista desairado se defendía diciendo que en su mutación no solo aumentaron de tamaño también cambiaron el color. Otro especialista decía que a su parecer eran hormigas gigantes de la época Mesozoica, que sufrieron mutaciones o cambios genéticos en respuesta a radiaciones surgidas de sustancias radiactivas naturales de la corteza de la Tierra, o radiaciones que llegan a nuestro ambiente con los rayos cósmicos de los espacios interestelares, o de la radioactividad generada por el hombre. Todos trataban de explicar pero no aportaban soluciones.

Lo cierto y preocupante era que cada vez se acercaban más a las grandes ciudades. En un momento se pensaba que los ríos que encontrarían en el camino servirían de freno, pero se descubrió que pasaban de noche por los puentes y del lado de abajo para no ser vistas. La alarma se generalizó y la mayoría de los países prohibieron entrada de barcos que tocaran puertos del país. Lo que empezó a afectar las exportaciones y generar un grave problema económico. El temor se extendió a los países vecinos que cerraron sus fronteras y suspendieron los vuelos. En los foros internacionales se discutían medidas de difícil instrumentación. Un trasnochado propuso arrojar una bomba atómica sobre la zona afectada, justificándose ante nuestro canciller diciendo, si una pierna está gangrenada, es preferible perder la pierna y no la vida.

La situación se agravaba día a día y se sufría mucho al ver como se perdían los campos y animales que no se habían podido poner a salvo. Se había decretado el estado de catástrofe e instado a la población a que luchara con todos los medios defendiendo sus ciudades. Se fabricaron gran cantidad de botas de goma, pantalones resistentes, guantes y mazas con largos mangos, para la lucha que se avecinaba. Después de los últimos pueblos atacados, había una extensa zona de llanura hasta el próximo pueblo, lo que daba tiempo para la preparación.

Los helicópteros que exploraban continuamente las zonas, no observaron hormigantes durante cinco días. Pero al despertar del sexto día, observaron el avance de los hormigantes, las columnas parecían una corriente viscosa desde el aire y si bien por muchos kilómetros no había ninguna población, dieron la voz de alarma a las ciudades. Cuando los helicópteros dejaron de evolucionar sobre esa corriente y dirigieron su rumbo hacia el norte, sus tripulantes a lo lejos observaron una enorme marea negra que venía en sentido contrario a los hormigantes. Cuando se acercaron para ver, constataron que se trataban de hormigas negras, resultando llamativo ese masivo desplazamiento. Decidieron evolucionar en la zona que separaba a ambos grupos, intrigados por la situación surgida. Cuando se produjo el encuentro, se entabló un fenomenal combate, visto con el zoom se observaba que cada hormigante era atacado por cinco o seis hormigas a la vez, la táctica de éstas era mientras dos o tres atacaban de frente las otras le cortaban las patas para dejarla sin movilidad. El combate duró cerca de una hora y podría decirse que terminó con un empate. Los hormigantes se retiraron ordenadamente y las hormigas también, volviendo por el camino que habían venido, estacionándose a un kilómetro del lugar, donde se introducían en hormigueros. Cuando al fin de ese día se analizó la situación se llegó a la conclusión que tamaña acción no habría sido realizada sólo por las hormigas del lugar, tenían que haber recibido refuerzos de otras colonias. Cosa que se corroboró al recibir de varias regiones del país, información que largas filas de hormigas se encaminaban en dirección sur.

Al parecer el avance de las hormigas en esta dirección está dotado de una interesante logística. No llevan ramitas, lo que demuestra que son soldados, se alimentan al paso con lo que encuentran, los que le da independencia en su acción. Evidentemente esperan concentrar una gran cantidad de combatientes para iniciar una guerra. La impresión desde los helicópteros, es que aparentemente las hormigas están estableciendo sucesivas líneas de combatientes. La disposición está dada más bien para una acción ofensiva que defensiva, pareciera que la estrategia sería enviar sucesivas olas de combatientes. Pero lo que más llama la atención es el frente tan amplio y más numeroso en los extremos, como si planeara en algún momento del combate efectuar un movimiento envolvente atacando por los flancos. Pareciera que están a la espera de recibir más refuerzo, seguramente esperan contar en el ataque con una relación a favor de diez a uno. Observada la disposición desde el aire, las formaciones dibujan un semicírculo con la concavidad hacia el frente de batalla. Esta disposición hace suponer que una vez producido el ataque de los hormigantes, los extremos converjan y ataquen por los flancos, o si el enemigo intenta cambiar el teatro de operaciones, hacer un movimiento circular y atacar por la retaguardia. Cualquiera de las dos estrategias sería digna de los mejores generales de la historia.

Pero no sabemos cuál será la estrategia de los hormigantes, porque no aparecen en la superficie. Es probable que después de su experiencia también estén tratando de reunir un número mayor de combatientes, para no encarar una operación de resultado aleatorio.

Mientras tanto los habitantes estamos en una angustiosa espera, porque al parecer nuestra suerte ahora depende del éxito de las hormigas, que van a defender con valor su territorialidad. Estamos en la ansiosa espera de la gran batalla que se avecina, a la que consideramos un verdadero Armagedón.

Al pensar en esto me acordé del frasquito y corrí a liberar a la hormiga que tenía prisionera y la coloqué en la vereda para que iniciara la marcha en busca de sus compañeras.



Comentarios

  1. ¡Excelente!, muy buena conjugación de varias áreas del conocimiento, biología, estrategia, entre otras.

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