Aparición en la montaña

 

APARICIÓN EN LA MONTAÑA

Estábamos viajando en un tren que habíamos tomado en Chicago para ir a Las Vegas. El tren estaba compuesto por muchos vagones y tres locomotoras, porque en Salt Lake City se dividiría en tres formaciones, una seguiría hacia Los Ángeles, la otra hacia San Francisco y la tercera a Seattle. Después de Denver, entramos en zona montañosa con bellos paisajes invernales, con pinos cubiertos por la nieve. Alegraban el viaje, un grupo de bulliciosos estudiantes que iban a practicar esquí en Colorado Springs. Quienes descendieron cuando el tren arribó a esa estación. El tren se detuvo ahí largo rato y no sé por qué, me fascinó la nieve al costado de las vías. Quizás fue esa atracción que me impulsó a bajar del tren, para comprobar si era nieve o hielo. Ese impulso fue una imprudencia, porque patiné y me deslicé varios metros alejándome del tren. Cuando logré incorporarme, vi con desesperación que se cerraban las puertas y el tren se ponía en marcha. No había forma de treparse, sólo me quedaba gritar y hacer señas, pero todo fue inútil. En el tren quedaba mi esposa, que seguramente estaría asustada y desconcertada. Al ver mi desesperación, uno de los estudiantes me dijo, que hasta el día siguiente no pasaba otro tren. Me aconsejó que bajara al pueblo y tomara un bus que me llevara a Salt Lake City, ya que ahí el tren se demoraría mucho tiempo, para permitir la división de las formaciones. Bajo el enfoscado cielo de invierno, me dirigí al pueblo, para que me indicaran donde tomar el bus. . Al llegar a la parada ahí había cuatro hombres esperando el arribo del mismo, charlando animadamente. De repente se produjo un resplandor, que arrancó una exclamación de los presentes. Como a unos cincuenta metros, apareció una figura de mujer con un manto azul suspendida en el aire, con una mano puesta en su corazón y la otra dirigida hacia nosotros. Creo que sólo duró unos segundos y desapareció. Escuché los comentarios de aquellos hombres: Uno dijo que había sido un rayo, otro un espejismo, otro un experimento secreto y el cuarto que probablemente fuera una ilusión colectiva. Cuando subimos al bus creí que iban a comentar lo sucedido, pero nadie abrió la boca. Miré a los hombres como para iniciar un diálogo, pero me di cuenta que no tenían intención de hablar. Entonces yo también callé para que no me tomaran por un alucinado. Pero en el viaje iba pensando en las interpretaciones que habían hecho. Ellos consideraban lo visto, como algo a lo que había que darle una explicación racional. Pero las interpretaciones que habían dado no tenían lógica. El que dijo que era un rayo, no tuvo en cuenta que después no lo acompañó un trueno. El que afirmó que era un espejismo, no consideró que no estábamos en un desierto. El que lo adjudicaba a un experimento secreto ignoró que no es la zona donde se llevan a cabo y el que lo consideró una ilusión colectiva, no había ningún mago a la vista que pudiera inducirla. Por lo que llegué a la conclusión que aquellos hombres conscientes o inconscientemente se resistían a aceptar lo que habían visto. Por suerte el bus llegó a Salt Lake City antes de que el tren partiera y tuve un feliz reencuentro con mi esposa, quien me amonestó por la imprudencia cometida.

Pasaron dos años de ese suceso, cuando tuve otra visión inolvidable, que generó un profundo cambio en mi vida. Una noche estaba sentado en la sala de espera del aeropuerto de Los Ángeles, esperando el anuncio de partida de mi vuelo. Miré hacia mi izquierda y vi sentada una mujer de aspecto muy particular por la serenidad que irradiaba su rostro. Trataba de recordar donde la había visto y para verla de frente le hice una pregunta. Al mirarla enseguida la reconocí, era la aparición que había visto esperando el bus. A mi pregunta si era ella contestó afirmativamente, en realidad no escuché su respuesta, pero comprendí lo que decía, su bondadosa mirada. Le conté lo que pensaban aquellos hombres que habían presenciado la visión, sin esperar que ella me preguntara que había sido para mi, muy emocionado dije que aquella visión era la Virgen María. En ese momento por el altavoz, anunciaban la puerta de embarque de mi vuelo para Buenos Aires, giré la cabeza para prestar atención, pero cuando volví a mirar hacia mi izquierda la mujer había desaparecido. Pero un mensaje quedó, no puedo precisar si fue sonoro, telepático o hasta podía haber quedado con letras suspendido en el aire, pero hasta hoy me llega su contenido:

Todos miran con los ojos, pero pocos son los que ven, con el corazón”.





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