Universos....

 

UNIVERSOS…

El tren se detuvo, traté de sacudir la modorra y miré por la ventanilla y vi el nombre de la estación en el cartel que está sobre el andén. Al nombre le faltaba la letra A, le dije a mi esposa, hace veinte años pasé por aquí y estaba borrada, en tanto tiempo no la arreglaron, que desidia. Estábamos viajando para visitar un pariente que vive en el sur, que hacía años que no veía. De joven me encantaba viajar por ese ferrocarril y contemplar el ramillete de vías que se extiende por kilómetros, lo que permite observar continuamente trenes que circulan en el mismo sentido. Levanté la ventanilla para mirar mejor, justo en ese momento el tren se puso en marcha y tomó rápidamente velocidad. Mirando las vías de los otros ramales, me parecía que no seguía el recorrido esperado, pero pensé que tomaba un trayecto alternativo. En sentido contrario pasó una vieja locomotora negra a vapor con su estridente silbido y arrojando bocanadas de humo. Me alegré que mantuvieran una funcionando, que se hubiera salvado de la incomprensible desafectación que se había hecho, radiando de servicio esas maravillas mecánicas. Pero más aún, me alegré cuando vi que otras locomotoras similares estaban en servicio. No se dónde y por qué bajé del tren, miré hacia afuera, había un ancha avenida adoquinada de doble mano. Recibí otra alegría, por la misma circulaban tranvías, como los de antes, llenos de pasajeros. Iba de sorpresa en sorpresa, me encontré caminando por las calles de mi barrio, pasé por la peluquería y vi al mismo peluquero hispano afeitando una barba. Fui caminando hasta donde estaba la gran fábrica textil, que habían demolido para hacer un supermercado, con gran disgusto de los vecinos que guardaban gratos recuerdos de la misma. Pero no podía creer lo que veía, la fábrica estaba igual, con su larga hilera de galpones, que parecían una fortaleza medieval y sus humeantes chimeneas. Ya intrigado me alejé unas cuadras para ver la vieja fábrica de cigarros, que decían que también la habían demolido para hacer un complejo habitacional, pero increíblemente la fábrica estaba ahí con su enorme edificio color ocre y el característico olor a tabaco en su entorno. Cerca estaba el café donde me reunía con mis amigos que había dejado de ver cuando me casé. El café estaba igual, brindando ese exquisito olor a café recién hecho. En una mesa estaban jugando mis amigos al truco, me acerqué y los saludé pero no respondieron, siguieron enfrascados en su juego. Los vi a ellos, jóvenes y pensé que yo debía haber cambiado mucho, para que no me reconocieran. Seguí caminando y se me ocurrió pasar por la puerta de la escuela donde había concurrido hasta sexto grado. Tenía noticia que el edificio había sido demolido, pero no, estaba igual que en mi niñez, como la puerta estaba abierta entré y vi a los maestros dando clases. En un aula estaba mi maestro y mis compañeros de la escuela primaria. Entonces pensé que no podía ser, que todo sólo sería un sueño, pero no, todo era demasiado real. Pensé que estaría por morirme o algo peor aún, que estaba muerto. Fue cuando una especie de conocimiento me invadió, me llegaba pero no a través de una voz, era como que yo tomaba conciencia de ese conocimiento. Son los registros cósmicos me informaba, los registros akásicos. Hay universos paralelos, donde está registrado todo el acontecer de la humanidad del pasado, presente y el futuro. Sentía como que entraba en una espiral a partir de su punto periférico y a gran velocidad me acercaba al centro, era como que tenía que pasar por un agujero. Respiré profundamente y pasé. Me sobresalté y le dije a mi esposa si nos habíamos pasado, ella sorprendida me dijo que no. Y me preguntó por qué estaba alterado, No sabía cómo explicárselo.

Miré por la ventanilla el tren estaba parado en la estación y seguían subiendo pasajeros. Al nombre de la estación le faltaba la letra A.





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